XX

XX

Inicio


Este Blog ha sido creado con la intención de dar a conocer a todos la importancia de no llegar a los extremos de recurrir a la violencia física por cobrar venganza.

El objetivo es que el publico se concientize de que tomar venganza contra otros nunca es el mejor camino ya que esta crea malos sentimientos en nosotros que al final nos pueden afectar a nosotros mismos.

El Mensaje Que Les Queremos Transmitir Por Medio De Esta Pagina Lo Basamos en El Lema ´´La Venganza Nunca es Buena Mata el alma Y La Envenena¨ , ya que el rencor Es un mal sentimiento, daña la salud y la mejor venganza es la felicidad porque el mejor desquite es que quien te hizo daño te vea triunfar.








El Beneficio del Perdon.


Perdonar no es una tarea fácil, porque demanda fortaleza y valentía de la persona que se siente ofendida. Contrariamente a lo que muchos piensan, olvidar un agravio es un acto de fortaleza, no de debilidad; porque involucra una gran dosis de voluntad para superar la parte animal del ser humano y vencer el impulso de la venganza.
El rencor es un mal sentimiento, pues cuando recordamos una ofensa o pensamos en la persona o circunstancia que la provocó experimentamos sensaciones molestas: frustración, dolor, ira, impotencia y ansiedad. Esa carga tóxica anega nuestra mente, se instala en nuestro organismo y nos provoca angustia e infelicidad.





Venganza: Dulce Pero Dañina


“En la venganza existe siempre un ajuste de cuentas. Su motivación dice así: Tú me has hecho este daño y debes pagar por él. Sólo sabiendo que el otro sufre igual desgracia, el mismo daño, queda aliviada la conciencia del mal sufrido”.
El sentimiento obtenido por la satisfacción de haber conseguido vengarse se llama desquite, y en él percibimos el cumplimiento de la venganza. En el horizonte objetivo del desquite se halla siempre una persona en el papel del enemigo que ha merecido castigo.
El desquite es un sentimiento que produce satisfacción y placer, y por ello se dice que “la venganza es dulce”. Dulce, sí, pero dañina. Dañina para la persona que la lleva a la práctica; para aquél en quien se cumple la venganza; y en algunos casos, para la sociedad cuando es objeto de la venganza de un poderoso; o bien, de un pueblo enardecido que lleva a cabo un juicio sumario o un linchamiento sin más averiguaciones.
La venganza es dañina porque en la práctica no se da de forma pura y aislada, ni pretende exclusivamente pagar un mal con otro mal en una proporción justa. Cuando se lleva a cabo, nuestra percepción generalmente está teñida por otros sentimientos y emociones que originan, la mayoría de las veces, reacciones desproporcionadas al mal sufrido, o al mal que creemos haber sufrido.
Intervienen también las disposiciones del propio yo hacia la persona u objeto de esa venganza. El impulso a vengarse se complica cuando está presente también el sentimiento del odio. Cuando éste interviene, ya no se desea únicamente pagar un daño con un daño similar, sino destruir al objeto odiado.
La persona que odia percibe a ese alguien odiado como desempeñando un papel capital en su mundo. El odio hace que el individuo se mueva continuamente hacia el objeto odiado con el fin de destruirlo. De este modo, cuando al fin logra su meta y lo destruye, “tiene una sensación de pérdida; el objeto odiado había llegado a ser realmente un objeto central y estable de creencias y actitudes en torno a este valor negativo”.


Por qué No Debemos Vengarnos?


Trataremos de mostrar en este espacio que la venganza jamás puede ser un camino Correcto para la ética. Si la ética es la reflexión acerca de lo que nos conviene para ser felices, la reflexión en este caso nos conduce a responder negativamente a la pregunta del título. La venganza está siempre mal. No importa el mal que te hayan hecho: vengarse no es nunca una solución, sino todo lo contrario. Aunque hayas sido víctima de una injusticia muy grave, la razón nunca puede justificar una venganza.
Pongámonos en la  piel de alguien que  ha  sufrido  algún tipo de  daño causado voluntariamente por otra persona. Pensemos, por ejemplo, en alguien que ha sufrido la muerte por asesinato de un ser querido. Pues bien, lo terrible de un suceso así es que ya no tiene arreglo, que no hay marcha atrás. Que en este caso nadie te va a poder devolver lo que te han quitado,  Y la venganza tampoco.
Si para vengarte matas a un asesino, te estarás equivocando de deseo. La muerte  es  un  mal  irreparable,  o  sea,  que  hagas  lo  que  hagas  la  pérdida  es definitiva. El diccionario decía que ese daño que tu quieres causar lo que busca es compensarte de alguna manera, darte una satisfacción. Pero en este tipo de casos, desgraciadamente, no hay compensación posible. Que el asesino muera no devuelve las cosas a la situación en la que estaban, que es lo que tú realmente deseas.
Por otro lado, ver muerto al asesino no sólo no ayuda a sentirse mejor,  sino  que  produce  más  daños.  Estaremos  provocando  un  nuevo  dolor  en  los amigos y familiares (inocentes) de quien nos hizo daño, estaremos creando unas nuevas víctimas que quizá también quieran vengarse. Si todos vamos aplicando el famoso "ojo por ojo", éste acabará siendo un país de ciegos. Y esto no son simples suposiciones. La historia está llena de ejemplos donde la aplicación de las venganzas sucesivas entre familias, pueblos o países enteros, lo único que ha conseguido  es  la  continuación  de  más  muertes,  más  dolor,  más  odio,  más rencor… Pero nada de alivio, ninguna satisfacción.
Como ejemplo actual de ese ciclo de venganzas que se genera, podemos ver el conflicto entre Israel y Palestina. Prácticamente desde 1948 estos dos pueblos viven una guerra continua, donde cada bando considera legítimos sus asesinatos porque ellos antes sufrieron también otros asesinatos. Ya se olvidan las razones que pueden tener unos y otros para pelearse y odiarse. Hasta los gobiernos actúan movidos por la venganza y no por el sentido común o la razón.
Esa definición de venganza que da el diccionario es engañosa, porque de una venganza no puede obtenerse esa satisfacción que uno buscaba. Quizá haya quien argumente que sí puede sentirse cierto alivio al ver sufrir a quien hizo tanto daño, pero este argumento no es éticamente aceptable. No es “sano” alegrarse del  dolor ajeno, aunque inicialmente uno así lo crea. La venganza suele exigirse “en caliente”, cuando uno está demasiado dolido para pensar con claridad. Y cuando las cosas se hacen sin meditar, no suelen salir nada bien.
Renunciar a la venganza no significa renunciar a la justicia. Lo que aquí se defiende es que la sociedad no puede permitirse que cada uno se tome la justicia por su mano. Eso sería un caos. Para hacer justicia están los tribunales y los jueces. Lo que sí es admisible éticamente es el deseo de que ese asesino no vuelva a hacer lo que hizo. Lo justo es que se condene a esa persona, que vaya a la cárcel y que pague así por lo que hizo. Porque ya sabemos que lo que hizo no tiene arreglo.
Cuando uno se toma la justicia por su mano, como suele decirse, tiende a “pasarse”. Es decir, la venganza suele buscar causar un daño mayor del que le han infligido a uno. Es algo así como que si tú me has matado a un hijo pues yo te mato a dos. Por eso no podemos ser los jueces de nuestra propia causa. Los jueces tienen que ser objetivos e imparciales, cosa que difícilmente podremos ser nosotros  siendo  los  perjudicados.  La  justicia  tiene  que  aplicarla  un  tercero neutral, que juzgue desde la razón y no desde el rencor.
Algunos podrían aducir que también hay venganzas “frías”, venganzas que no se cometen cuando el daño acaba de ser causado. Hay casos en los que una persona ha dejado pasar mucho tiempo hasta que ha conseguido llevar a cabo su venganza. Un plan trazado con la mente “fría”, sabiendo lo que uno se trae entre manos. Pero el hecho de que uno espere meses o años para vengarse no significa  que  se  actúe  desde  la  razón.  El  plan  puede  estar  bien  pensado  y calculado, pero el móvil sigue siendo el odio, un sentimiento que se habrá estado alimentando durante todo ese tiempo.
En definitiva, consideramos que la venganza es siempre un error. Un error que  va  a  traer  muchas  más  consecuencias  negativas  que  positivas.  Y  unas consecuencias que no tiene en cuenta la persona que se está vengando. Porque quien actúa por venganza lo hace movido por una lógica absurda, cruel y loca. Es fácil equivocarse cuando se hacen las cosas “cegados” por sentimientos de odio.
Uno puede sentir odio, eso es comprensible, pero el odio pasa, debe pasar para poder seguir viviendo. Esto es lo que dice la ética. Que si quieres ser feliz, (y a esto no ha renunciado nadie), no puedes vivir deseándole el mal a nadie.




Que Es La Venganza?


La venganza es una reprimenda que se ejerce sobre una persona o un grupo de personas por una acción que es percibida como mala o dañina. El sujeto que se siente afectado decide vengarse y concreta una especie de reparación por el daño. La venganza supone una compensación por el agravio recibido.

Consiste primordialmente en el desquite contra una persona o grupo en respuesta a una mala acción percibida. Aunque muchos aspectos de la venganza se asemejan al concepto de justicia, la venganza en general persigue un objetivo más injurioso que reparador. El deseo de venganza consiste en forzar a quien haya hecho algo malo en sufrir el mismo dolor que él infligió, o asegurarse de que esta persona o grupo no volverá a cometer dichos daños otra vez. La venganza es un acto que, en la mayoría de los casos, causa placer a quien la efectúa, debido al sentimiento de rencor que ocasiona el antecedente factor.

De esta manera, la venganza intenta parecerse a la justicia, aunque, por lo general, su objetivo trasciende la atención de reparación. Por ejemplo: Si un hombre recibe una patada, es muy probable que desee vengarse con dos patadas. En ejemplos más complejos, el vengador querrá infringirle un castigo ejemplificador a la persona que causó el daño original.

Pese a lo condenable que puede ser desde el punto de vista moral o ético, la venganza causa placer a quien la concreta, ya que el vengador suele estar inmerso en sentimientos de odio y rencor. La venganza, por lo tanto, aparece como un desahogo.





FotoGaleria